Una mirada pastoral sobre la cruz de Santa Ana
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Foto tomada de misionlandia.com.ar |
Si alguno quiere ser discípulo mío, olvídese de sí mismo, cargue con su cruz y sígame (Lucas 9: 23)
En apenas unos días, los cristianos estaremos celebrando la Pascua. Las comunidades de alrededor del mundo recordarán el hecho en el cual aquel hombre de Galilea que se jugó por la vida y la dignidad de sus hermanos, terminó juzgado y condenado injustamente en una horrible y temible cruz. Habló del Reino de Dios como contraposición al poder dominante que sólo reproducía dolor con tal de sostener el status, y al final terminó siendo sometido a un instrumento que el propio poder usaba para darle su merecido a los ladrones y malechores. Su juicio fue una mentira, los testimonios comprados, el pueblo presionado, los poderosos se lavaron las manos y miraron hacia otro lado. Mientras tanto, en soledad el hijo de Dios empezaba a contar sus últimos minutos frente a una cruz sin adornos, ni brillos, ni atractivos.
La cruz de Cristo no fue y no es un atractivo turístico. Es un recuerdo latente y vivo de una búsqueda comunitaria de un Reino de justicia. No el de la verdad maquillada y la paz escondida. El reino en el que no se necesiten máscaras, ni autojustificaciones que solo busquen arrimar agua para el propio molino.
En Santa Ana se inauguró una cruz grande, imponente, costosa y llena de posibilidades según nos cuentan. Mientras tanto, en los pueblos y las chacras misioneras, ante la realidad de las miles de necesidades básicas insatisfechas, brotan las situaciones que nos recuerda que la cruz de Cristo se asume en el servicio al más débil. No aquel que busca réditos, sino el que da con la mano derecha sin que se entere la izquierda. No aquel que se hace desde los títulos rimbombantes y las megaobras, que sólo le sirven a unos pocos, sino el del que piensa en lo que el otro de verdad necesita.
Esa cruz no es de lentejuela, no tiene brillo ni luces... porque son las cruces del sufrimiento del género humano, de la naturaleza que pide a gritos socorro, de nuestros ríos que están jackeados bajo amenaza de muerte.
Hace dos mil años, cuando mataron a Jesús se hizo de noche, oscureció y se partieron las cortinas del templo. Extrañamente, en el momento de la inauguración de la cruz de Santa Ana, se vino un tremendo temporal y se cortó la energía eléctrica desde Posadas hasta Santa Ana. ¿Será esto también un símbolo?
Eugenio Albrecht
pastor de la IERP
Una mirada pastoral sobre la cruz de Santa Ana
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22:50:00
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